Wolfgang Amadeus, periodista partidario del CS Beethoven.
Anoche los campos de juego no vieron la rojinegra del CS
Beethoven flamear, pero eso no quita que haya pasado algo importante. Sabrán
perdonar mis queridos lectores. Digo esto porque hay heridas tan inesperadas,
tan imprevisibles, tan sorpresivas que exceden los límites del enojo, del dolor
y de la desilusión. Uno se fue preparando para muchas cosas, pero algunas
traiciones no estaban en el libreto de este cruel juego que es la vida. Sobre
eso quiero hablar.
El CS Beethoven, glorioso, amado, odiado y envidiado vive
desde 1993, como el mismísimo torneo. Si bien se fue renovando en cuanto a sus
integrantes, las piezas fundamentales se mantuvieron inmutables, inamovibles …
perpetuas. Esos ladrillos fundacionales son los que mantienen unida la amalgama
de almas que formas esta institución.
Lo que me tocó vivir anoche, cuando fui a cubrir la tercera
fecha del Torneo, fue que presencié como uno de estos ladrillos fue arrancado
del muro de mi corazón. Sin piedad, sin previo aviso, sin motivos. La ironía de
la situación hizo que el equipo que ahora lo aloja se vista de luto ante
tremenda traición, como si supiesen la gravedad de los hechos, o como si
vivieran su propio velorio de equipo rejuntado. Como en toda bolsa de gatos,
tarde o temprano empiezan los arañazos.
A pesar del dolor me puse a buscar explicaciones, tratando tozudamente
de justificar los injustificable. Fue entonces que me perpejla mente empezó a
navegar sin rumbo entre motivos futbolísticos. Pero al verlo paradito de
suplente, en la cola de espera mendigando segundos en cancha, esa opción fue
tachada. Quizás lo futbolístico tenga su peso, al haber jugadores de muy buen
pie en su nuevo hogar. Sin embargo la derrota que le fue propinada no deja muy
bien parado al team.
Fue entonces, y para concluir, que pensé que quizás el
errado era yo. Quizás siempre lo quiso, siempre envidió al multicampeón
Chotacabras y ahora le alcanza con migajas de galletas húmedas. Quizás cuando
decía que llevaba en el corazón los colores rojinegros, por dentro su corazón
palpitaba por otros.
Ya habrán entendido que hablo del Sr. Di Polito. Digo así
porque “Garufa” ha muerto para mi y, a partir de ahora, será simplemente Sr. Di Polito.
Este joven supo ser el goleador histórico del Beethoven, fundador junto con Carpincho Allub y Olivetto Bordoli.
Como dije al principio, hay heridas que duelen tanto que no
sanarán jamás y no hay explicaciones que puedan consolarlas. Él sabrá por qué
lo hizo.
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